Los chilenos nos estamos conformando con muy poco. Un ejemplo de ese conformismo galopante, que a estas alturas se parece mucho a la resignación, es la democracia de utilería que hoy nos rige. Soportamos una constitución antidemocrática heredada de la dictadura militar, tenemos el sistema electoral talvez menos democrático del mundo como lo es el binominal, parlamentarios que se perpetúan en el cargo elección tras elección, desniveles groseros en las competencias electorales dadas la enormes diferencias de recursos entre los candidatos. Todos estos factores configuran una institucionalidad muy alejada de la verdadera democracia, lo que se traduce en que aunque podemos votar, no se nos permite elegir realmente.
¿Y qué hacen las autoridades políticas y los ciudadanos para corregir esto? Nada. Absolutamente nada. Pasan los años y seguimos siendo cómplices de la perpetuación de esta farsa, lo que habla muy mal de nuestra dignidad republicana.
¿Porqué le hemos hecho el juego durante tanto tiempo al autoritarismo enquistado en nuestra sociedad y no hemos luchado por recuperar plenamente nuestros derechos? Probablemente, porque ya no nos importa, pero esa cómoda indiferencia no deja de ser enfermiza y profundamente vergonzosa.
Los convoco entonces a construir una verdadera democracia, presionando a nuestras autoridades para que establezcan condiciones para la consulta popular, la elección directa de los candidatos, la iniciativa popular de ley, de manera que nuestro país pueda llegar a constituirse en la vanguardia de una democracia real en el mundo.
Esa es un lucha que nos dignifica como seres humanos.
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