06-06-2012

La era de los tránsfugas




El fracaso de la última corriente ideológica, el neoliberalismo, fue el eslabón final de un proceso que caracterizó a toda la segunda mitad del siglo XX: la agonía y muerte de las ideologías. Aunque en este caso ya se trataba de una concepción bastante pobre y unidimensional, al lado de las otras grandes visiones de mundo que conocemos, lo cierto es que, aunque sus simpatizantes lo negaran amparándose en un pragmatismo de segunda mano, era una ideología hecha y derecha. Bueno, esa también fracasó, al igual que las otras. En el campo de las grandes construcciones intelectuales sólo quedan escombros, trozos descontextualizados en los que aún resuenan como ecos lejanos las esperanzas que sostuvieron a esos grandes relatos.
¿Qué viene para adelante ahora, sin el amparo de esos encuadres mayores? Lo que estamos viviendo en estas elecciones: slóganes, cuñas mediáticas, retórica comunicacional. Nada más. Ha llegado la era de los tránsfugas.
Los que antes eran militantes de la izquierda dura, hoy se han pasado a la derecha y nadie se arruga. Los viejos socialistas apoyan a una socialdemocracia a la chilena, sin ningún peso conceptual. La derecha toma las banderas “populares” y todo se confunde en una suerte de entropía, en el sentido de que al no haber diferencias tampoco puede haber dinámica. Ahí estamos, como congelados en una dimensión sin tiempo, perplejos y adormecidos frente a esta Torre de Babel donde las lenguas antes claras y distintas hoy se mezclan en un chapurreo incomprensible. ¿Será la decadencia? Bueno, si no lo es, se parece mucho porque al caer las grandes referencias empezamos a movernos en base a motivaciones de corto alcance, que no tenemos idea adónde nos puedan llevar (es probable que a ninguna parte...).
Los que adherimos a esa corriente de pensamiento y acción que se denomina Nuevo Humanismo, los que compartimos esa sensibilidad, no tenemos mucho que hacer en este contexto social porque nuestros planteos están muy lejos de ser la enumeración de un recetario, como se estila ahora. Si bien no constituyen una ideología en el sentido clásico de esa definición (puesto que no se trata sólo de “ideas”), hay una concepción muy clara sobre el ser humano, sobre la vida humana y sus necesidades, la que opera como referencia permanente para la acción. Sin embargo, en medio de la confusión actual no resulta fácil mantenerse fiel a esas directrices y muchas veces se tiene la tentación de abandonarse al exitismo electoral para conseguir resultados más vistosos. Total, a nadie parece importarle mucho.
A los humanistas no nos interesa ese camino. Al contrario, en un momento en que las referencias parecen desdibujarse, nosotros seguiremos poniendo al ser humano real y concreto en el centro de nuestras preocupaciones políticas y sociales. Aunque le pese al mercado, que fue un dictador impuesto por la derecha y al que ahora desconoce oportunistamente, como lo hace por lo demás con todas las dictaduras una vez que dejan de servirle (por más que el fantasma de Pinochet todavía les pene un poquito...). Aunque le pese al Estado, que siempre termina trabajando para alguna dictadura, ya sea política o económica, de izquierda o de derecha.
Así, los que administran el poder nos han querido encadenar a un autoritarismo tras otro, cuando nuestra aspiración más entrañable es la libertad. ¡Qué paradoja! Pues bien, nosotros, los humanistas del siglo XXI, no nos cansaremos de afirmar: nada por encima del ser humano y ningún ser humano por debajo de otro.

09-05-2012

El argumento mentiro$o



El gran argumento de la derecha es poner todo en duda preguntando siempre de dónde saldrán los recursos y cómo aumentará la productividad, dando a entender que los recursos salen de los préstamos bancarios y no del trabajo de la gente.

¿Quienes son los que generan los recursos en nuestro país?...y si la gente genera los recursos, ¿por qué quedan en manos de los bancos y a la gente de trabajo le quedan solo deudas?

10-04-2012

Salud y la Educación*




Si la salud y la educación son tratadas de modo desigual para los habitantes de un país, la revolución implica educación y salud gratuita para todos, porque en definitiva esos son los dos valores máximos de la revolución y ellos deberán reemplazar el paradigma de la sociedad actual dado por la riqueza y el poder. Poniendo todo en función de la salud y la educación, los complejísimos problemas económicos y tecnológicos de la sociedad actual tendrán el enmarque correcto para su tratamiento.
*Documento Humanista

05-03-2012

Por qué apoyo una Asamblea Constituyente



La democracia con sufragio universal es una conquista cultural muy reciente, si se exceptúa el experimento desarrollado por los griegos hace 2.500 años y que de universal no tenía nada, puesto que participaba un sector muy minoritario de su población. Darle el poder al pueblo en su conjunto es una rareza en la historia humana y es por ello que los grupos de poder que quieren mantenerse en él a pesar de la voluntad popular, siempre han buscado los resquicios para eludir, de un modo u otro, este mandato.

Uno de los recursos más usados, porque no tiene efectos secundarios indeseables, es legitimar lo ilegítimo. Ya lo decía Maquiavelo: “Príncipes, si queréis manteneros en el poder, diseñad una constitución a vuestra medida”. Por cierto, no se trata de una cita literal sino irónica, pero que recoge el espíritu de la recomendación del célebre florentino.

El dictador Pinochet, con la complicidad de la derecha, se tomó muy en serio estas enseñanzas, las que se plasmaron en la que se conoce como “Constitución del 80”, carta fundamental que hasta hoy nos rige, con un par de retoques menores que no le quitan la esencia de su carácter autoritario. Allí se pergeñó el sistema binominal, la democracia protegida y, en general, una infinidad de recursos dirigidos principalmente a vulnerar la voluntad popular, convirtiendo a dicho cuerpo legal en un instrumento sumamente eficaz para favorecer la permanencia de esos sectores en el poder. Es comprensible entonces que los favorecidos se nieguen a modificar aquello que los legitima. En base a estos antecedente, juzgue usted mismo quien es y quien no es democrático en el actual escenario político.

Yo creo en una democracia de verdad, no en esta farsa en la que nos encajonó la dictadura militar y sus cómplices civiles. Una Asamblea Constituyente, con todas las dificultades que pueda tener ese proceso, es la única vía para devolverle a nuestro pueblo la potestad que le ha sido arrebatada durante tantos años. A través de ese magno evento democrático, podremos decidir cómo queremos vivir y cuáles debieran ser las normas que van a regir nuestra convivencia.

Los chilenos tenemos que reconciliarnos con nuestro pasado para seguir adelante con resolución. Pero ese reencuentro social no se alcanzará por imposición de unos pocos, hoy además gravemente desprestigiados frente a la ciudadanía, sino que a través del ejercicio pleno de nuestra libertad.

Y porque creo en ese espíritu libertario que subyace en una democracia, afirmo que la realización de una Asamblea Constituyente es un imperativo para nuestro país, una respuesta necesaria y urgente para normalizar de una vez nuestra convivencia y madurar como pueblo.

19-02-2012

¿Salud?




El principal problema es que en nuestro país, existe una salud de buena calidad para quienes puedan pagarla y otra de mala calidad para quienes no tienen los recursos suficientes.

En algunos sectores, existen recursos suficientes para tener la seguridad de poder encontrar respuesta a las necesidades en este sentido y en otros la enfermedad es causa de ruina, cuando no en definitiva de resignación obligada frente al dolor y el sufrimiento de los seres queridos. ¿Cómo puede considerase justa la comparación entre las grandes clínicas privadas y los hospitales que se caen a pedazos por su antigüedad, insuficiencias en mantención y sostenido deterioro?
Las aspiraciones ”humanistas”, tanto en salud como en educación, debieran ser gratuitas y de buena calidad para todos los chilenos, sin excepción alguna. Estamos hablando de derechos humanos esenciales para todo ser humano, por lo que cualquier forma distinta de enfoque, en realidad no hace otra cosa que negar tales derechos.

Si hemos de hablar del “derecho a la vida” entonces pongamos también esto en discusión. Pero claro, con la deshumanización imperante, en que el dinero tiene más importancia que la vida de los seres humanos, se considera estos planteos como “imposibles”, por lo que todos los gobiernos, economistas y políticos doblegados por el gran capital no están dispuestos a iniciar siquiera una amplia discusión al respecto.

¿Soluciones…?. Toda solución pasa por dejar la hipocresía imperante y resolvernos a dar a todos la salud que todos necesitan. No faltará quien pregunte por los “recursos”. Yo digo, primero pongámonos de acuerdo en lo esencial y después preguntemos por los recursos. Seguramente allí estarán, por ejemplo los recursos del cobre, cuando estemos dispuestos a aceptar que es necesario dar respuesta definitiva a este y otros derechos fundamentales.

Todo lo demás son palabras y acciones que no resolverán el problema, postergando innecesariamente el salto que debemos dar para transformar verdaderamente a Chile.